• ¡Cuán preciosa es la sangre de Jesús que derramó sobre nosotros! Fue derramada para el perdón de nuestros pecados, nos redime y libera de nuestros pecados. ¡Alabado sea el Señor




    “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna”.
    Nuestro amor por Dios descubrió una manera justa para que esta palabra maravillosa se lleve a cabo. Cuando creemos en el Hijo de Dios, recibimos el perdón de pecados. Dios acepta la muerte de Jesús como si fuera la nuestra y somos libres de la muerte, de la pena de pecado. Y aún hay más, nacimos de nuevo con la vida eterna. Dios entró en nosotros para ser uno con nosotros, ser nuestra vida y vivir en nosotros a fin de que le expresemos a través de nuestro ser.

    Debido a que Jesús murió por nosotros, fuimos salvos del juicio eterno, limpiados de la contaminación del pecado, reconciliados con Dios y traídos de nuevo al propósito original de Dios. Nada, más que Su muerte podía cumplir con una de estas maravillosas proezas.

    ¿Por qué Jesús tuvo que morir en la cruz?
    En 1 Pedro 2:24 podemos ver por qué Jesús tuvo que morir:

    Quien llevó Él mismo nuestros pecados en Su cuerpo sobre el madero, a fin de que nosotros, habiendo muerto a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”.
    ¿Por qué Jesús tuvo que morir? lo hizo para que viviéramos.

    Después de que Cristo muriera por nosotros, Él no permaneció en la tumba; Él resucitó. Fue por medio de la muerte sustitutiva de Cristo por nosotros que nuestro deuda de pecado fue saldada. Ahora, en la resurrección de Cristo, nosotros los que una vez habíamos estado sentenciados a morir, ¡podemos vivir con la vida de Dios!

    “Señor Jesús, yo sólo merezco el juicio de Dios, pero Señor, ¡Tú moriste en la cruz por mi! Gracias por pagar la pena por mis pecados con Tu propia sangre preciosa. Gracias por ser mi sustituto. Oh Señor, gracias por derramar Tu propia sangre preciosa para que yo pudiera obtener el perdón de pecados. Y gracias Señor por entrar a vivir en mi ser como mi vida. Gracias Señor Jesús que ¡moriste para que yo pudiera vivir! Te amo, Señor Jesús. Apreció todo lo que Tu hiciste por mi en la cruz”.


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