Lamentablemente, las heridas que más dolor traen son de personas cercanas y queridas, de familiares y personas de confianza. Tal vez son golpes intencionales o no, provocados por una palabra o una mala actitud. Pero lo cierto es que no es lo mismo que un desconocido nos falte el respeto a que lo haga alguien a quien le hemos abierto el corazón. Y cuanto más si esa persona es un padre o alguien a quien admiramos.
Aquí el Señor toca este tema y dice: Yo te voy a cubrir con mi protección, te voy a ungir con mi aceite.
Sin embargo hay actitudes que no debemos tomar cuando nos hemos sentidos estafados o profundamente lastimados, pues nos llevarán a peores consecuencias. Lo que debemos evitar es:
Ignorar el dolor. Es decir que no nos pasa nada cuando por dentro estamos destruidos.
Minimizarlo. Es cuando nos queremos convencer de que lo ocurrido no es de mayor importancia cuando en realidad me está llevando a tomar malas decisiones.
Proyectarlo para adelante. Es asentir que lo que hemos sufrido nos ha devastado pero que no es tiempo de resolverlo sino que esperaremos que en el futuro se solucione.
Escapar. Es tratar de evitar tanto sufrimiento tapándolo con otra cosa o huyendo
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