• Gracias Señor Jesús que ¡moriste para que yo pudiera vivir




    El problema del pecado
    Nuestro Dios tenía una intención al crear a la humanidad. Su intención era entrar y vivir en nosotros. Al vivir en nosotros, Él puede expresarse a través de nosotros. Sin embargo, Satanás, el enemigo de Dios, tentó a Adán en el huerto de Edén. En vez de recibir la vida de Dios, Adán recibió la naturaleza maligna de pecado, contaminando así a sus descendientes. De esta manera, el pecado corrompió a los seres humanos que Dios había creado para Su propósito.

    Sin excepción, cada uno de nosotros heredamos el pecado de Adán. En Romanos 5:12 el apóstol Pablo escribió: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por medio de un hombre [Adán], y por medio del pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.

    Todos pecaron. ¿Alguno entre nosotros puede decir que no ha cometido algo pecaminoso o malo? Nuestros pecados y naturaleza pecaminosa forman parte de nosotros desde nuestro nacimiento, los cuales heredamos de Adán. No tuvimos otra alternativa en este asunto. No sólo eso, como también podemos ver en el versículo anterior, el pecado trajo un resultado final: la muerte.

    Romanos 6:23 dice claramente: “porque la paga del pecado es muerte”.

    Esta muerte es la muerte física de nuestro cuerpo, la muerte de nuestro espíritu que fue creado para contener y contactar a Dios, y finalmente, la muerte eterna de nuestro ser entero en el lago de fuego. La muerte es el resultado, la paga del pecado. Es el juicio de Dios sobre nosotros por el pecado.

    Aunque Dios ama a la humanidad, Él no puede actuar en contra de Su propia justicia. Dios no tuvo opción sino condenar al hombre pecaminoso, y la sentencia es la muerte. Su justicia y santidad demandan la justicia sobre el pecado.


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