• Creamos que hoy Dios actuará en nuestra vida, que hará maravillas.





    La reflexión del día está basada en el Evangelio de San Marcos 6, 1 y siguientes, cuando Jesús de Nazaret salió a su propia tierra acompañado de sus discípulos, y se encontró con que  “Nadie es profeta en su propia tierra”. En este evangelio encontramos la incredulidad de la gente de Nazaret sobre Jesús, esos que no tienen fe ni creen en Él, por una serie de razonamientos que les impide creer, y por lo tanto, esa incredulidad lleva a que la gracia y el poder del Señor no se manifieste amplia mente en la vida de estas personas.

    Aún así, había admiración por esa Palabra que el Señor estaba dando, seguramente porque se conmovieron por lo que decía el Señor. Aparece entonces, una serie de razonamientos humanos y empiezan a cuestionarse sobre lo que el Señor sabía. También se genera cierta actitud de desprecio por tantos conocimientos, tanta sabiduría y milagros que hacía.  Esos razonamientos humanos los llevaron a no tener fe en Jesús, a pesar de que estaban asombrados, admirados de la manera como Él hablaba de la Palabra de Dios, a pesar de los milagros que Él hacía. Pero no querían aceptarlo ni creer en sus maravillas.
    Esto mismo que le pasó a Jesús de Nazaret en su propia tierra, entre los suyos, sigue pasando entre nosotros, cuando bajo criterios meramente humanos vamos descalificando la Palabra de Dios,  a Jesús mismo, porque no nos cuadran en la manera como llevamos nuestra vida, porque en nuestras ideas no encaja, y así nos vamos llenando de razones para no creer en Dios y nos privamos de su gracia, de su poder, de su don y endurecemos nuestro corazón por falta de humildad, de sinceridad, transparencia, de ser nosotros mismos.
    El Señor aprendió todo esto de su Padre Dios, de Él aprendía cada día, de su comunión con el Padre, con el Espíritu Santo; de ahí sacaba esas palabras, esa sabiduría, esos milagros.
    Ellos no podían entender más allá de la apariencia física, por su estirpe, por su descendencia, y no podían descubrir esa realidad divina de Jesús, pero Él estaba obrando milagros de Dios porque Él es uno con Dios, ahí estaba el Señor actuando.
    El gran problema es no tener fe en Jesús y hemos oído de Él, y nos asombramos, nos admiramos, nos gozamos en su palabra pero tenemos tantos impedimentos, no llenamos de razonamientos para no creer y endurecer el corazón. De esa forma nos perdemos la posibilidad de salvación, de sanación, de vida que hay en Jesús.

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