El gozo es lo que el hombre anhela, y lo que busca (aunque lo busca mal en las cosas que no edifican).
Al haberse introducido el pecado, y habiendo quedado el hombre por ello alineado de Dios, su idea de gozo es llegar a ser tan feliz como pueda sin Dios.
No obstante, el gozo del Señor es muy superior a la “felicidad” humana.
El verdadero gozo, lo encuentra cuando halla a Dios, y solamente entonces.
Cuando vivimos agradecidos al Señor, como dice la Palabra, “por todo”, estamos admitiendo y reconociendo el hecho de que nuestro Invisible Dios está en acción, a pesar de que a veces no pueda parecer lo.
Cuando vivimos en total agradecimiento, la paz de Dios inunda nuestros corazones por Su Espíritu, y de ellos brotan alabanzas y adoración a Dios.
Cuando uno lleva una vida así, el enemigo pierde agarre, y necesariamente deberá abandonar una y otra vez.
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