Vivir en la zona de confort no quiere decir vivir feliz. Es probable que muchas de las rutinas y comportamientos a los que estamos adaptados sean dañinos para nosotros, pero nos rehusamos a cambiarlos porque no conocemos otra manera de vivir o tememos perder algo valioso si los modificamos.
Mantenerse en una relación malsana, soportar abusos laborales o aceptar limitaciones producto de nuestros miedos son algunos ejemplos de situaciones que llegamos a tolerar con tal de no modificar nuestras certezas. Alguien anclado en este tipo de circunstancias normalmente argumentará: Sé que mi relación no es constructiva, pero no puedo dejar a mi pareja, siento demasiado apego; o bien, aunque mi jefe me maltrate tengo muchas razones para conservar este trabajo y no puedo renunciar porque necesito mi salario. Es cierto que es difícil salir de estos círculos viciosos, pero en algún momento es sano hacerlo.
0 comentarios: